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Dinamarca se ha visto sacudida por un caso de fraude científico en el que está implicado un destacado catedrático de medicina especializado en investigaciones cerebrales. En el caso también se ha visto envuelto el rector de la Universidad de Copenhague, el anterior Ministro de Ciencia y otros coautores, y ha menoscabado la imagen de la ciencia ante la opinión pública.

Según las cifras publicadas por el ministerio de ciencias y educación superior, ha habido un aumento considerable en el número de estudiantes usando una dirección falsa mientras viven en sus casas, con el objetivo de reclamar un porcentaje mayor de costos de alojamiento. Y más de tres cuartos de los que han sido pillados, son estudiantes extranjeros. En el 2015, solo 6 estudiantes fueron identificados con direcciones falsas, y durante los primeros 10 meses del 2017, el número subió a 66. De estos, 50 eran inmigrantes o hijos de inmigrantes, mientras que 16 eran ciudadanos daneses, indicó el ministerio.

Una encuesta realizada a estudiantes de doctorado en Dinamarca, publicada hace poco, revela que en las ciencias médicas y naturales de toda Europa está muy extendida una cultura éticamente cuestionable a la hora de asignar la autoría de los trabajos de investigación. El 49 % de los estudiantes de doctorado en ciencias médicas había concedido la autoría invitada a una persona en el poder, mientras que el 42 % lo hacía en ciencias naturales y técnicas.

Las cuestiones sobre el uso de la inteligencia artificial van más allá de hacer trampas en los exámenes o generar textos para artículos científicos. Afectan a los valores académicos como la integridad del trabajo académico, pero también a la exploración de la cambiante relación entre humanos y máquinas. Una reciente declaración de la Asociación Europea de Universidades, el ChatGPT plantea a las universidades la necesidad de actualizar sus políticas para dar cabida a este tipo de herramientas, preservando al mismo tiempo el reconocimiento del trabajo en clase y la evaluación auténtica.